Identidad de género, sexo, orientación sexual y ciencia

Transgénero, transexual, travesti, gay, bisexual. Palabras que en las últimas décadas han aparecido en el imaginario colectivo comenzando a dibujar, y a visibilizar, una comunidad de personas que hasta hace poco habíamos ignorado como sociedad. Para comprender este fenómeno humano, el primer paso es reconocer el prejuicio y la desinformación existentes.

El sexo, el género (como identidad y expresión), junto con la orientación sexual, son términos que se relacionan y se complementan, pero que no son equivalentes.

La sociedad occidental ha hecho por largo tiempo una ecuación equivocada: que la genitalidad (externa) determina irrevocablemente nuestro sexo y género. Si se nace con vagina se es mujer, si se nace con pene, se es hombre. Sin embargo, explica el médico siquiatra del Centro de Apoyo LGBTI+ y Género Espacio Seguro, Rodrigo Sierra, el sexo se relaciona con una suma de características y no una sola variable.

Existen organismos, no solo los seres humanos, que hemos denominado macho y hembra, y que tienen cierta complementariedad con fines reproductivos, dice Sierra. “Pero el sexo es un fenómeno complejo, donde se suman muchos niveles, cada uno con posibilidades de divergencia. Existe un porcentaje de la población que no sigue la trayectoria de los grupos principales, y eso puede ser más o menos visible según dónde se dé esta divergencia”.

Con estos niveles, Sierra se refiere a las variantes genómicas, hormonales y anatómicas (órganos externos e internos), que puede presentar cada persona. “Con eso de XX y XY, no había dónde perderse, salía en la PAA, pero la evidencia científica pone en cuestionamiento esto. Yo puedo ser portadora de células en mi organismo que tienen la combinación XY, pero soy mujer”, dice la doctora en psicología y académica de la Universidad Diego Portales Alemka Tomicic. Otras variaciones sutiles podrían ser, por ejemplo, una mujer con altos niveles de hormonas masculinas y que sufre de ovarios poliquísticos o, en un hombre, una baja producción de esperma.

Dos décadas de investigación ofrecen poderosa evidencia de los orígenes biológicos de la transgeneridad, pero no conclusiones irrefutables. Sexo, identidad de género y orientación sexual se delinearían en buena parte durante el desarrollo intrauterino, pero de forma separada en diferentes etapas de la gestación.

Esto quiere decir que, por ejemplo, los niveles de hormonas que un feto recibe al momento de establecer sus órganos sexuales podrían ser distintos a los existentes cuando el cerebro comience a desarrollar su “género”. Investigaciones recientes apuntan a ciertas diferencias en el cerebro de las personas trans que son observables vía imágenes, siendo más similares a su identidad de género autopercibida que al sexo que les fue asignado al nacer. Esto, por supuesto, no quiere decir que podamos hablar de un cerebro femenino ni masculino.

Pero el género, entendido como el conjunto de características que asignamos a un sexo u otro, tiene un componente fuertemente cultural. Por esta razón, y porque la identidad es un aspecto de los seres humanos que va desarrollándose y cambiando en sociedad, es que no podemos decir que todo lo que concierne a este aspecto de las personas es determinado desde el útero. El ambiente, y cómo nuestros genes se expresan en ese entorno (epigenética), tiene algo que decir al respecto.

Finalmente, es este conjunto de características –cromosomas, anatomía, hormonas, sicología (identidad personal) y cultura (preceptos sociales sobre el género)– el que delinea nuestra identidad. La Asociación Americana de Sicología es clara: no hay una sola explicación de por qué las personas son trans. Factores biológicos, experiencias tempranas y posteriores durante la adolescencia, o en la edad adulta, pueden contribuir de manera conjunta al desarrollo de diversas identidades de género.

Jaime Barrientos, doctor en sicología social y académico de la Universidad Alberto Hurtado (UAH), se encuentra desde el año pasado desarrollando un proyecto Fondecyt titulado “Estrés de las minorías: efectos del estigma y el prejuicio sexual en el bienestar subjetivo y la salud mental en la población transgénero chilena”. Él está convencido de que el género es una construcción social y que “hay expectativas sociales respecto de lo masculino y femenino que nos condicionan, y en donde nuestros cuerpos funcionan como ‘límites materiales’”.

El debate de la biología vs. la cultura, y cuánto cada una aporta en la constitución de las identidades trans, probablemente nunca termine. Para los activistas, lo importante de esta búsqueda de conocimiento es dejar en claro que la influencia biológica no significa que ser trans sea algo que se pueda “curar”, ni el que sea algo cultural significa que puede ser “enseñado” (y en consecuencia aprendido).

CONCEPTOS QUE VAN Y VIENEN

Hoy en día, la palabra “trans” se utiliza como un paraguas amplio donde se incluyen distintas personas que no caben en la concepción binaria de género de nuestra sociedad, es decir, hombre y mujer (y nada más). Hombres trans, mujeres trans y personas que no se identifican con ninguno de los dos géneros, o con ambos, o que simplemente rechazan ser etiquetados bajo un género determinado (género no binario, no conforme, fluido, queer, agénero, etc.), entran aquí.

Luego viene la dicotomía transgénero – transexual. Actualmente se utiliza transgénero como un concepto amplio, donde hay personas que, teniendo una identidad trans, no sienten la necesidad de intervenir sus cuerpos médicamente, versus una persona transexual que se entiende desearía cambiar su cuerpo para que sea, biológicamente hablando, lo más cercano a su identidad de género. Esto puede significar tomar hormonas, operarse, etc. De todas formas, una persona que se realiza este tipo de intervenciones puede perfectamente denominarse como transgénero.

Así como transexual, travesti es otra palabra con la que se llama a las personas transgénero. En el presente muchos entienden el ser travesti más como una expresión (verse de un género que no es el suyo), que como una identidad trans. Sin embargo, algunas agrupaciones y personas trans se han reapropiado de este concepto, que es como históricamente se les llamó en Chile a las personas transgénero, en particular a las mujeres trans que vivían en la marginalidad, muchas como trabajadoras sexuales. Este es, sin duda, el grupo más invisibilizado de todos. (Leer más sobre este tema en la sección Chile Trans).

Travesti continúa teniendo esta doble significación, política pero también literal, asociada al “travestirse”. Pero identidad y expresión de género no son lo mismo. Existen mujeres que pueden tener una expresión de género más masculina y hombres con características más femeninas, siendo personas cisgénero (donde sexo e identidad de género son concordantes). Esto mismo explica la existencia de los llamados drag/king queens o “transformistas”, que adoptan una expresión de género que no es la misma de su identidad para fines performáticos.

Este complejo mapa de definiciones viene a poner en jaque una sociedad que hasta hace poco no veía más que hombres y mujeres. “Las personas trans desestabilizan el modelo binario de construcción del mundo y en ese sentido son incómodas”, dice Jaime Barrientos. Sin embargo, es importante consignar que desde la antigüedad hasta nuestros días existen registros de personas trans en muchas sociedades, tanto occidentales como orientales. El significado y aceptación de estas personas varía entre culturas, pero en muchas esas identidades están integradas a la sociedad sin mayores problemas.

Muxes de la comunidad de Oaxaca. Crédito: AP

Según Alemka Tomicic, tanto la evidencia científica como los movimientos por la diversidad “empujan a la sociedad a abandonar preceptos anteriores y reorganizarse”, lo que, sin duda, es complejo. En una sociedad futura, sin binarismos y sin desigualdades de género, agrega, “puede que desaparezca la necesidad de estas clasificaciones, ni siquiera sea necesario hablar de cisgénero y transgénero”.

EL DEBATE POR LOS ESTUDIOS

Una cosa es la ciencia, y otra cosa es cómo la ciencia se utiliza en el debate sobre los derechos de las personas transgénero. “Pensar que la opinión pública va a leer y enunciar los estudios científicos de forma neutral sería muy inocente”, dice Kris Córdova, licenciada en Biología de la Universidad de Chile y coordinadora de la unidad de educación de OTD Chile.

El norteamericano Baird Campbell está finalizando su doctorado en antropología en la Universidad de Rice, y acaba de regresar a Estados Unidos tras varios años en Chile estudiando y participando de la comunidad trans para realizar su tesis. Campbell, quien siguió atentamente el debate por la Ley de Identidad de Género, analizó los sesgos que existían en las presentaciones que se hicieron dentro de las comisiones.

“Se planteó que entre un 80 y un 90% de los niños trans se ‘arrepiente’ y revierte su proceso de transición en la adolescencia o al llegar a la adultez. Yo revisé esos estudios y tienen abiertas falencias, de las cuales sus autores dan cuenta en los mismos papers; el problema es que en el Congreso se presenta la información sin decir eso, solo mostrando lo que les parece relevante y útil para su agenda”, dice.

Presentaciones en la comisión mixta. Crédito: Agencia Uno

Uno de los estudios que Campbell revisó, de Kelly Drummond (2008), contó con una muestra de solo 25 integrantes e incluía un 40% de niños que no podían ser clasificados como trans según el DSM 5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales), sino que simplemente rompían con “las expectativas de género hegemónicas”, dice el antropólogo.

La verdad es que el fenómeno de la transgeneridad es aún muy poco estudiado. Solo en los últimos años, tanto desde las ciencias biológicas como sociales, ha comenzado a dedicarse mayor atención a este grupo. Los pocos estudios existentes adolecen, en general, de varios problemas: las muestras son pequeñas, tienen problemas metodológicos (como carecer de grupo de control, no lograr un seguimiento completo en todos los integrantes del estudio, etc.). De todas formas, la gran mayoría de la comunidad científica ha avanzado hacia un consenso donde la transgeneridad se comprende como una expresión más de la condición humana.

“La ciencia tiene estándares. Muchos intentan ‘hacerles trampa’ a esos estándares, pero quienes estudiamos por años este tema tenemos claro el panorama”, agrega Campbell. Los activistas trans, en general, no tienen mucho interés en la ciencia porque la ven como algo antagónico, donde “desde la medicina, y la siquiatría en particular, se ha patologizado a las personas transgénero”, dice Kris Córdova (revisar sección Salud Trans).

Esto es algo que Córdova está intentando cambiar. “Estoy convencida de que la ciencia nos puede ayudar a comprender este fenómeno, muy diverso y complejo que es el género, y que nuestra sociedad ha querido ver en blanco y negro”.

Publicado por La Tercera